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¿DE QUÉ INCLUSIÓN SOCIAL ESTAMOS HABLANDO?

Publicado: 2013-08-15

I.

El presidente Ollanta Humala en su discurso presidencial puso énfasis particular en reiterar cuál era el objetivo central de su programa gubernamental: La Inclusión Social.  

Este es el leit motiv que busca impregnar a todas las esferas de gobierno para diferenciarse de los anteriores presidentes que como él gobernaron bajo el proyecto neoliberal iniciado en los 90s. Pero ¿estamos entendiendo todos por igual, qué es “inclusión social”?, ¿cuál es el concepto humalista de inclusión?. ¿De qué inclusión estamos hablando?.

Desde el momento en que el gobierno se plantea como objetivo impulsar la inclusión está tácitamente reconociendo que el neoliberalismo-mercantilismo (versión peruana) ha dejando fuera a un importante sector de la población al que es necesario incorporar para que obtenga los beneficios que este ha logrado. Es decir, el famoso “Chorreo” que ofrecieron los ideólogos del Consenso de Washington no se ha cumplido, y por lo tanto el Estado tiene que asumir el pasivo –as usual- y desarrollar políticas inclusivas para disimular o recortar sus lastres. Y, ¿cuáles podrían ser estas formas de inclusión social?. Sugeriremos un pequeño listado: 

Acceso a educación completa y de calidad (intercultural bilingüe en los casos de las poblaciones que lo necesiten). 

• Acceso a los servicios de salud, pronto y de calidad (porque si no, no sirve de nada, gasto inútil), además de intercultural en las regiones que lo requieren.

• Acceso a la justicia (intercultural y en lenguas originarias en los casos necesarios).

• Acceso al trabajo decente, formal y bien remunerado.

• Acceso desde el Estado a capacitación técnica para el fortalecimiento de capacidades y oportunidades de nuevos aprendizajes.

• Acceso de las mujeres al campo laboral no discriminatorio con un trato remunerativo igual al del varón.

• Leyes para un trato no discriminatorio a la población LGTB.

• Desaparición del racismo en los medios de comunicación –particularmente en TV Perú e incluyendo los canales de cable nacionales- establecimientos públicos y centros de trabajo.

• Inclusión de programas en lenguas nativas en Radio Nacional.

• Programa de acceso a vivienda digna y adecuada con servicios básicos.

• Acceso a las telecomunicaciones y tecnología de la información.

• Seguridad ciudadana para todos.

• Acceso a espacios de poder y decisión gubernamental a través del diálogo y búsqueda de consensos.

• Creación de vías de comunicación que rompan el aislamiento territorial e incorporen al mercado a comunidades abandonadas. Medida a revisarse en territorios de la Amazonía a través de la consulta a pueblos involucrados.


Este listado -que podría estar incompleto- es en algunos aspectos universal y puede darse para cualquier sociedad -inclusive una desarrollada- con la que se comparten una serie de taras sociales, hasta creo que lo podría firmar el Banco Mundial en su honda preocupación por la inclusión social y la reducción de la pobreza.

Sin embargo en su aplicación concreta en los programas del gobierno gran parte del listado no está considerado y la inclusión ha devenido en programas asistencialistas con una visión economicista y reduccionista de la vida de la sociedad humana, que no están mal del todo pero que son para el caso del Perú superficiales y la propuesta del gobierno está llevando al fracaso al proyecto humalista que va de tumbo en tumbo cuesta abajo en su rodada.



II.

Para el caso concreto de la realidad peruana esta línea política de inclusión social carece de una visión histórica y de conjunto de nuestra sociedad, no responde a nuestras características propias, particulares, a nuestra forma de ser como nación y a las necesidades propias de su evolución y período histórico que vivimos. Ese algo más es lo que le está faltando y le falla al pensamiento y al gobierno del presidente Humala.

Hay quienes por desconocerlo asumen que nuestro país es complicado de entender y dan respuestas tecnocráticas y académicas a sus problemas. El Perú no es complicado, es complejo -que no es lo mismo- y para comprenderlo hay que desentrañarlo con una visión holística y llegar a su esencia, reconocer la riqueza que guarda y sus posibilidades para el desarrollo. La esencia del Perú se encuentra en su conformación como nación: en el mestizaje dentro de su diversidad cultural y para llegar a él hay que partir de su historia, de su memoria, sus tradiciones, su naturaleza, es decir de su Cultura.

La historia de la cultura del Perú es única en el continente -solo la mesoamericana tiene rasgos comunes por ser también producto de la evolución interna, es decir sin influencias foráneas- y es también una de las más antiguas y avanzadas del mundo. Como referencia solo tomaré a Caral y sus 5 mil años que la hacen la civilización más antigua del continente, a partir de ella y siguiendo la continuidad cultural a través de los siglos llegamos hasta las diversas culturas indígenas contemporáneas que existen en la costa, los andes y en la Amazonía. Oficialmente están reconocidas 16 familias lingüísticas y 68 lenguas, lo cual hace al Perú el país más diverso desde el punto de vista étnico y cultural del continente. Esta es la riqueza y diversidad cultural originaria heredada que ha recibido los aportes de otras culturas que de diversas formas se unieron a ellas. 

Los españoles que llegaron al Perú fueron mayormente castellanos, extremeños y andaluces –en menor medida vascos-, eran también muchos de ellos sefarditas, es decir judíos conversos. No olvidemos también que durante más de 700 años los árabes poblaron la península, se establecieron principalmente en Al-Andaluz y su cultura vino también al Perú desde el Guadalquivir. Pero los españoles no llegaron solos, se trajeron a la mala a esclavos de diversos pueblos de la costa atlántica del África subsahariana y con ellos también a sus culturas. Durante el Virreinato empezó la migración italiana desde el Ducado de Milán, el Reino de Nápoles y la República de Génova, que formaban parte de la influencia española de entonces y muchos marineros traídos al Perú fueron reclutados especialmente de la Liguria. Músicos y artistas plásticos italianos marcaron su influencia y nos dejaron su legado en el barroco peruano. El Perú del siglo XIX fue testigo de la migración de chinos cantoneses, japoneses de Okinawa, y una nueva corriente de italianos, así como de musulmanes del Cercano Oriente, libaneses, sirios, paquistaníes y palestinos. La migración judía es de origen alemán, polaco, ucraniano, ruso y turco, es decir de mayoría asquenazis. Caso especial fue el que a finales del siglo XIX e inicios del XX llegaron a Loreto sefarditas marroquíes atraídos por el boom cauchero, por ello el cementerio judío de Iquitos es el más importante de la comunidad en el Perú. Así como sucedió en Iquitos, Sicuani fue hogar de palestinos, Huancayo de japoneses, Huánuco de chinos, Piura de libaneses, judíos, vascos, chinos, ingleses y alemanes. Sin la presencia inglesa, Arequipa no tendría en parte la identidad que tiene.

Una de las manifestaciones más elocuentes y reconocidas de este mestizaje cultural dentro de la diversidad es nuestra culinaria, que es extraordinaria porque es mestiza, porque tiene como base a nuestra agrobiodiversidad convertida en cultura gastronómica por los pueblos indígenas y porque añade y respeta a cada una de sus influencias y las hace suyas. Como dice la estudiosa de nuestra cocina Charo Olivas: “Mestizaje implica fusión, mezcla, pluralidad y unidad al mismo tiempo. Cuando uno lee cualquier receta de cocina se da cuenta de qué forma la pluralidad se convierte en unidad.” (Olivas 2010: 272). 

Un reciente estudio del National Geographic ha concluido que el 68% de la población limeña es indígena, mezclada 15% con población mediterránea, 10% noreuropea, 3% del sur de Asia y un 2% de población africana. Es así que San Juan de Lurigancho, el distrito más grande de Lima es cuantitativamente el primer quechua hablante del Perú.



III.

Sin embargo, a pesar de la herencia y la continuidad de los pueblos indígenas, y de la identidad mestiza y urbana del Perú contemporáneo, la sociedad peruana tiene una identidad oficial -la que representa al Estado- que no corresponde a esta realidad. Lo que comprobamos es que a partir de los años 90s, con la instauración del modelo económico neoliberal-mercantilista ha significado en términos sociales la restauración de la oligarquía criolla-blanca-conservadora, esta vez casi solo limeña. Esta oligarquía renovada con algunos nuevos protagonistas de apellidos no españoles ni compuestos y con nuevas apariencias (ha cambiado el sombrero de jipijapa y el poncho blanco de lino por el del casco minero y la corbata de seda), pero mantiene su espíritu de gamonal y de dueño del Perú. Conduce al país ideológica, económica, mediática y culturalmente. Este poder reconstituido por la dictadura de Fujimori -conjuntamente con los sectores más reaccionarios de los poderes fácticos: Iglesia, FF.AA y gremios empresariales-, crecido durante el gobierno de Toledo, fortalecido durante el de García con su teoría del “perro del hortelano”, y totalmente empoderado en este gobierno del presidente Humala, ha acrecentado el centralismo y lo criollo-blanco-conservador-limeño que aparenta recoger la representación de “todas las sangres”, tiene al racismo, la discriminación y la exclusión como características más importantes y esenciales de su estatus privilegiado. Es la nueva Marca Perú.

Este sector de la sociedad peruana por supuesto que tiene todo el derecho a existir, de hecho es parte de nuestra sociedad y nuestra cultura, pero lo que no se puede aceptar es que impongan sus intereses de grupo sobre el resto de las colectividades como si fueran la única existente y la única representativa del Perú, es decir sin aceptar la Democracia. A pesar de ser minoritario es el grupo de más poder y solo busca controlar al resto para su beneficio cortoplacista porque como antes históricamente, sigue siendo incapaz de desarrollar un proyecto de país para el siglo XXI que lo pueda liderar y sea capaz de atraer a él a los demás sectores sociales porque en última instancia también les beneficia en tanto sociedad en su conjunto. Lo han probado, no tienen proyecto nacional ni condiciones de liderazgo, solo saben dominar.

Este sector social-cultural tiene una representación política dispersa, no necesita de un solo operador, apuesta a varios, financia a varios, pero siempre salidos de su entorno. A outsiders como el presidente Humala y la Sra. Heredia, les pelarán las muelas, estrecharán sus manos y hasta le darán besito mientras les sean útiles, pero no los dejarán ir más allá. En tanto ellos estén solos políticamente los tratarán de manipular y controlar. Ni Ollanta, ni Nadine van a ser jamás políticos que los representen, el tener la simpatía de algunos no significa tener la aceptación del conjunto, el hecho de pertenecer a las clases medias cholas, el tener la sombra de la rebelde familia Humala y el fantasma de Chávez que no los deja dormir son como estigmas casi diabólicas que generan su desconfianza. 

Ellos saben que gane quién gane las elecciones siempre van a seguir gobernando y lo harán directamente colocando a su gente como ministros y como altos funcionarios y lo harán también desde afuera, en los medios de comunicación -para eso están los operadores fungiendo de columnistas, los periodistas arribistas que nunca faltan y más bien sobran, y los y las “geishas” reciclados-, y en las instituciones sociales, académicas y culturales. Este sector es el que desde el ámbito liberal más genuino –el único realmente existente- ha sido calificado como la Derecha Bruta y Achorada (DBA).

El gran problema con ellos es que su forma de ejercer el poder y sus privilegios generan más desigualdad y exclusión, y ambas son causa y detonante de la violencia que se vive en todo el país. La reforma agraria velasquista logró frenar la violencia en el campo, pero las diferencias y resentimientos acumulados durante décadas se agudizaron gracias a la existencia de una izquierda dogmática y terrorista organizada que generó el conflicto de los 80s. Hoy esa ideologización no existe, ni tiene posibilidades de rebrotar, salvo en grupúsculos dogmáticos que como un lastre toda sociedad arrastra, el peligro de un nuevo terrorismo político está descartado. Pero la violencia se ha agudizado nuevamente porque la estructura económica del país tiene, además del sector formal que es el que aparece en las estadísticas y las apariencias y convive con la corrupción, un sector informal que no rinde cuentas al estado y es refugio de excluídos, y un gran sector delictivo que es el principal foco de inestabilidad y que es también salida para otro contingente de no incluídos. Esta violencia estructural no va a desaparecer con más policías, ni robocops, ni autos inteligentes, solo será posible empezar a derrotarla cuando desaparezcan estas formas de economía que la originan.

La exclusión y la enorme brecha de la desigualdad alimentan la existencia del narcotráfico, la minería ilegal, la tala indiscriminada de bosques, invasión de terrenos, el contrabando, tráfico de piezas arqueológicas, tráfico de personas y piratería, como las principales formas de la economía delictiva. Existen vastos territorios del país, principalmente de la Amazonía, devastados y en manos de la delincuencia gracias a la inexistencia del Estado, y en las ciudades se da la mano con la corrupción dentro de las instituciones estatales, principalmente en el Poder judicial y en la Policía. Tanto el sector informal como el delictivo ocupan a miles de personas –mayormente jóvenes- que encuentran en ello su forma de vida porque el Estado no actúa para combatir los lavados de activos ni investiga los nexos que existen entre la informalidad, la delincuencia y empresas del sector formal. Mientras esto exista ¿es posible la inclusión social?.



IV.

En el ámbito cultural si bien sus gestores no necesariamente comulguen con las posiciones oligárquicas desde lo político –inclusive algunos están en la orilla contraria- sin embargo en la práctica actúan exactamente igual que elites tradicionales y conservadoras: defendiendo sus espacios de poder a través de sus enfoques acerca de “qué es arte” y la “alta cultura”; como asesores y académicos “independientes” que usufructúan conocimientos de las experiencias colectivas para su bagaje personal; o colocando también operadores en el estado para conseguir recursos o hacer leyes que les beneficien; o para dirigir sectores que les otorguen más reconocimiento y poder; o para llevar a cabo directamente proyectos para la elite oligárquica.

La Cultura ha sido desde el inicio de su gobierno territorio ignoto para el presidente y para sus ministros –incluyendo el primer gabinete plagado de académicos e intelectuales-, de sus asesores, tecnócratas, amigos, consejeros, congresistas y dirigentes partidarios, nunca ha hecho referencia a su política cultural, sus opciones para nombrar ministros de cultura han variado entre lo superficial y lo convencional. Me pregunto ¿por qué no decide con los mismos criterios para otros ministerios?, ¿por qué Cultura se puede delegar por apariencias?.



V.

Recién ahora que está con la espada de Damocles de la recesión a nivel internacional le han metido “Manu Militari” al ministerio para ablandar el procedimiento de obtención del Certificado de Inexistencia de Restos Arqueológicos-CIRA con el fin de apurar las inversiones  y ha rechazado el informe que advertía de riesgos para los indígenas no contactados y vecinos por ampliación del Lote 88.

El presidente está muy mal asesorado en esta materia, ¿qué es lo que quiere?, ¿carrera de caballo y parada de burro?. Una concesión mal hecha está condenada al fracaso y al conflicto social, o es que no le importa que puedan haber más muertos por estas causas, probablemente a algunos funcionarios rentados desde afuera no les importe, pero estoy seguro que a él sí y mucho, entonces ¿por qué caer en su juego?. 

Un consejo: No hay peor decisión que la que se toma en un momento de desesperación, es mejor esperar a estar en calma no importando el tiempo que éste tome.

El fantasma de Conga persigue al presidente, pareciera que la culpa no lo deja dormir y azuzado por los interesados cree que ha sido su mal manejo de la situación lo que llevó al fracaso a este proyecto. Es verdad que metió la pata sacando a Lerner en plena negociación, se dejó calentar la cabeza demasiado por el inepto y prepotente de Valdés. Pero la verdad es que Conga no ha salido por responsabilidad de Yanacocha, no de la población. Han sido 18 años de Montesinos, maltratos, desprecios, arrogancias, soberbias, patanerías, hipocrecías, mentiras, mercurio, contaminaciones, robo del agua, compras abusivas de terrenos, miseria en medio de la opulencia, polvo en la cara por cada 4x4, muertes. ¿Qué querían, aplausos porque se quedarían más tiempo?. En ningún país desarrollado se hubiera permitido tanto abuso tanto tiempo, ¿por qué los cajamarquinos tendrían que seguir soportándolo?. Yo no sé qué tan viable sea ese proyecto, hay opiniones técnicas a favor y en contra, pero de lo que sí estoy convencido es que probablemente las Rondas se sienten a conversar en serio acerca de su viabilidad si fuera otra empresa y no Newmont-Buenaventura las que ejecutarían el proyecto. La empresa Yanacocha es sinónimo de exclusión, esto no lo entendió el presidente. 

Lección: Inclusión social significa también saber escuchar las motivaciones escondidas por encima de las razones esgrimidas.



VI.

El Ministerio de Cultura es la mejor herramienta con la que el gobierno cuenta para impulsar una verdadera política de inclusión social pero por su indiferencia no lo aprovecha. La inclusión no puede, no debe ser solo económica, no bastan los programas sociales, estos están bien pero solo son paliativos, es lo que le gusta a la tecnocracia para sus estadísticas de que han trabajado bien; o para la utilización clientelista, como lo usaron muy bien Fujimori y Castañeda; pero estos no atacan los problemas históricos del Perú. La exclusión que viven los pueblos es de toda índole. Incluye lo económico por la patética desigualdad social y por el destino forzado al que están empujados a trabajar en la informalidad o bajo la economía delictiva. Pero lo más trascendente es la exclusión cultural, la negación de su identidad, de sus lenguas, tradiciones, territorios, su utilización maniquea, el abandono y desprecio como ciudadanos de segunda, como muy bien verbalizó el ignominioso expresidente Alan García.

El Ministerio de Cultura está siendo muy mal utilizado como un facilitador de trámites para las inversiones. El tema es muy grave porque aquí está en juego la dignidad del Estado peruano para relacionarse de manera inclusiva con los pueblos excluidos. Las discusiones acerca de las necesarias consultas previas y las necesarias inversiones requieren de una diálogo al más alto nivel. Para ello sugiero dos cosas:

1. Que se reconozca a la Cultura en el Acuerdo Nacional como Derecho Humano universal.

2. Siendo reconocida la Cultura en el Acuerdo Nacional, este debería pasar a ser el espacio natural para el diálogo de las fuerzas en conflicto entre el Estado, el sector de la inversión, la sociedad civil y los pueblos indígenas. Debería conformarse una “Mesa de diálogo para las grandes inversiones en territorios indígenas y de peligro de la biodiversidad”, y ahí establecer las líneas maestras para ser respetadas por todas las partes en los futuros proyectos de inversión. El Viceministerio de la Interculturalidad deberá dejar de ser el viceministerio de la Consulta Previa, tiene otras tareas de integración e inclusión que cumplir.

Para la inclusión social que busca el presidente Humala es vital reconocer la importancia de este ministerio porque a través de él se afirma la gobernabilidad democrática, la seguridad del país, la cohesión de la sociedad y es posible dialogar para un pacto para el desarrollo entre los peruanos. Es necesario considerar también que en algunos espacios del territorio y en algunos pueblos indígenas se viven aún las consecuencias de los años de la violencia terrorista como traumas personales y sociales y se ha comprobado que la Cultura como Memoria ha servido en otras sociedades para redimir el dolor y como ayuda para la reflexión sobre este fenómeno histórico, y para que no se repita.

Para una fidedigna inclusión social el presidente directamente debería promover un entorno de convivencia, respeto, inclusión y no discriminación, promoviendo la creación en todas las expresiones de un Perú de todos y para todos. Impulsando la formación de una voluntad colectiva para compartir nuestras Culturas vivas, así como nuestras diversas Memorias e Identidades, reconociendo y respetando los Derechos Culturales de nuestros ciudadanos y particularmente los de nuestros pueblos indígenas, afro-descendientes, de origen asiático y las otras minorías culturales. Debería valerse para este propósito de diferentes formas de comunicación, incluyendo los medios masivos de naturaleza pública.

Los anteriores gobiernos han tenido escaso interés por la Cultura, reducida, en el mejor de los casos, a la preservación de nuestro patrimonio monumental arqueológico e histórico con fines turísticos o como un bien suntuario para uso protocolar, dejando de lado las dimensiones sociales, políticas, económicas, históricas, espirituales y simbólicas que éste tiene. Ahora nos encontramos con que nuestro patrimonio arqueológico está en riesgo de desaparecer y aquí es necesario hacer un alto y revisar la irresponsable situación heredada del ministro saliente y su DS. 054-2013-PCM.

En momentos de redactar estas líneas el Ministerio de Cultura ha publicado por primera vez un comunicado en quechua, lo cual marca un antes y un después y no podemos dejar de reconocer este importante gesto político de la ministra Diana Álvarez Calderón. Inclusión significa también el reconocimiento oficial de las lenguas aborígenes en las regiones y territorios de su influencia.

La creación del Ministerio de Cultura no ha superado todavía las debilidades, problemas y defectos que lastraron al Instituto Nacional de Cultura porque sus direcciones no han tenido los liderazgos que la situación demanda, porque siendo un nuevo ministerio no se ha planteado un plan estratégico de desarrollo del sector y porque no tiene formado un equipo capaz de implementar los cambios que impulsen y lleven a cabo la estrategia. Por otro lado, el aparato estatal heredado es un lastre que tomará tiempo superar y permitir desde adentro los cambios necesarios.

Vinculando la inclusión social desde una perspectiva cultural con algunos de los objetivos del Estado considero que debería tomarse en cuenta lo siguiente:

• Inclusión en la Descentralización, donde el abordaje y tratamiento de la diversidad cultural puede ser una “punta de lanza” para impulsar el proyecto y buscar encontrar los lazos históricos que las nuevas regiones deben encontrar.

• La inclusión para el fortalecimiento institucional del Estado, que se lograría a través de incorporar la interculturalidad como política de Estado.

• La inclusión social en las zonas de frontera. El aspecto económico y de integración vial no es suficiente, es fundamental promover la cultura nacional en esas regiones con objetivos claramente dirigidos a fortalecer el sentimiento de identidad y cohesión, y también de ganar un mayor respeto y afecto por parte de las poblaciones de los países vecinos hacia el Perú. 

La lista de inclusión social anunciada al inicio de este artículo incluye igualmente a los sectores medios, los antiguos y los emergentes, los profesionales, técnicos, comerciantes, pequeños y medianos empresarios, los que soportan al sistema en sus espaldas y su trabajo diario en las grandes empresas formales y en el Estado, los y las hacedores y hacedoras del Perú del mestizaje de todas las sangres también deben ser incluidos en el reconocimiento diario de su identidad en los medios de comunicación y del trato igualitario entre hombres y mujeres. En suma, en el reconocimiento de sus derechos ciudadanos y el fortalecimiento de la democracia. 

En el último periodo histórico las grandes mayorías, desorganizadas y sin programas políticos comunes, han colocado presidentes por encima de todo el poder de la derecha más conservadora en los medios de comunicación, y  millones de dólares en campaña. El Fujimori del 90, Toledo y Humala son producto de ese anhelo social de cambio y de reconocimiento. Esa fuerza histórica no se debe soslayar ni olvidar, está ahí y volverá. La inclusión social no significa aculturar a las grandes mayorías indígenas y mestizas convirtiéndolas en remedos huachafos de lo oligárquico-blanco-criollo-limeño. Para la realización completa de un país de todas las sangres que requiere unir todas las piezas diversas de su identidad y es preciso que la inclusión cultural sea compartida de igual a igual para conseguir la unidad que el 2021 nos demanda. Si es así, ¿quién incluye a quién? y ¿de qué inclusión estamos hablando señor presidente?.




Escrito por

Jorge Delgado

Cineasta, Productor Cultural, aficionado a escribir. De Piura, como el piajeno. Autodidacta, lo sigo siendo. Amante del país.


Publicado en

El piajeno

Un espacio que busca contribuir a la reflexión y a la discusión de las ideas y prácticas que se dan en mi sociedad, la peruana.