Este cuento es un historia casi real. De los hechos sucedidos, mi imaginación los recreó para componer un relato que pretendo sea de humor.

Lo regalo para quien lo quiera leer y si se anima a difundirlo, gesto que agradeceré, ruego no olvidar mencionar mi nombre.

I

Los testículos ya me estaban doliendo. El tiempo pasaba, pasaba y no hacíamos otra cosa más que besarnos. Nos habíamos sentado en el suelo a los pies de la cama del dueño de casa y nuestras metidas de lengua eran de todas las formas posibles. Nunca en mi vida produje y tragué tanta saliva como aquella noche con Angela (de 18). Nuestras bocas (nosotros) estaban (estábamos) enloquecidas (como unos irracionales), mordisqueando, dándonos de lamidas, de chupadas, refregándonos. Estaban casi amoratadas. Nuestros cuerpos hacía rato que ya nos pedían otra cosa, o por lo menos el mío. Yo (entonces de 21) ya no podía estar más al palo y el bluejean me apretaba y me incomodaba que no lo aguantaba más, tanto que cada cierta arrecostada tenía que bajármelo para que no me siguiera oprimiendo. Al estar en una fiesta, escondernos en la habitación de Gustavo había sido la mejor idea: estábamos solos.


Continúa en esta dirección de Scribd