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mural Teodoro nuñez ureta. panteón de los próceres

LOS REVOLUCIONARIOS DE LA INDEPENDENCIA          Y FUNDACIÓN DE LA REPÚBLICA

A los peruanos nos enseñaron que la independencia de España se logró gracias a los ejércitos extranjeros que vinieron del norte y del sur “a independizarnos” y aprendimos los nombres del argentino José de San Martín y del venezolano Simón Bolívar, les dimos sus nombres a calles y plazas y erigimos monumentos en su nombre. Pero poco o nada aprendimos de aquellos peruanos que desde antes de su llegada habían librado batallas, facilitaron la llegada de esos ejércitos, hicieron la guerra de independencia y fundaron la República.

Publicado: 2018-07-25

La rebelión contra el poder español y criollo colonial, precursora de las guerras de independencia lideradas por los criollos americanos, se inicia en 1780 con el Inca José Gabriel Condorcanqui Noguera Tupac Amaru II, Curaca de Surimana, Tungasuca y Pampamarca y de su compañera y esposa mulata Micaela Bastidas. Duró hasta 1784 y se convirtió en una guerra anti feudal-colonial, antirracista y por la reafirmación de los valores culturales, espirituales, lingüísticos, religiosos y ancestrales de los pueblos indígenas. Murieron más de cien mil personas de una población de 1.2 millones. Gran parte de las bajas no se produjeron durante la guerra sino en la persecución y represión posterior que duró varios años. La derrota no significó el olvido de la gesta ni de los motivos que la impulsaron, porque en gran medida durante la república estos siguieron existiendo y de una u otras formas hasta la actualidad. En el Alto Perú fue Julián Apaza, Tupac Katari y su esposa Bartolina Sisa quienes dirigieron la rebelión de 40 mil hombres y mujeres.

Los revolucionarios criollos que lograron la independencia y la fundación de la República lo hicieron siguiendo los ideales de la Revolución Francesa que inspiraron e impulsaron sus anhelos de Libertad, Fraternidad (Solidaridad) e Igualdad. Fue este grito de las ideas liberales el que se opuso a las conservadoras de quienes querían seguir siendo súbditos de la corona y de quienes optaban por una monarquía constitucional. La independencia del Perú adoptó la forma liberal republicana tras años de trabajo intelectual, lucha de ideas, organización, clandestinidad y persecución por parte del poder virreinal y también de la Inquisición, es decir del poder de la Iglesia oficial.

Cuando los ejércitos de José Francisco de San Martín y Matorras y luego de Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Ponte y Palacios Blanco entraron en el territorio del Virreinato del Perú para acabar con el dominio español y lograr la definitiva independencia americana ya existían algunas condiciones favorables, porque las rebeliones de heroicos grupos de patriotas para la independencia peruana ya había empezado: en Cusco, 1805 y 1814. En Chuquisaca, en el Alto Perú en 1809. En Tacna, 1811 y 1813. En Huánuco, Panatahuas y Huamalíes, 1812 y 1820. Huamanga en 1809, 1812, 1814 y 1820. Huaura, Huancayo, Tarma, Cerro de Pasco, Lambayeque, Trujillo y Guayaquil en 1820. Piura, Cajamarca, Tumbes, Chachapoyas y Jaén en 1821. En Lima hubo conspiraciones desde 1809 y siguieron en 1810 y 1814; en el Callao en 1818. 

Fueron grupos de revolucionarios quienes organizaron y prepararon la llegada de San Martín y lucharon hasta la victoria final en Ayacucho. Una división de 1,622 soldados peruanos al mando de Andrés de Santa Cruz y Calahumana -a la que se unieron una cantidad similar de voluntarios- partió de Lima hacia Quito en apoyo del ejército colombiano y vencieron juntos al ejército realista en Pichincha en 1822, luego de que Antonio José Francisco de Sucre y Alcalá hubiera sido derrotado 8 meses atrás.

Los liberales revolucionarios peruanos tuvieron que enfrentar las condiciones más difíciles de todos los próceres sudamericanos porque Lima era la capital, la gran metrópoli española en la América del Sur, la más poderosa plaza militar y con un amplio sector de la población que no era necesariamente proclive a quebrar, por temor o por intereses, el orden establecido durante 300 años. Mientras que para los ejércitos extranjeros fue una guerra de todos contra el Perú, para nosotros los peruanos se trató de una guerra civil, el ejército realista era también formado por peruanos.

Fue con ideólogos y precursores como Juan Pablo Viscardo y Guzmán, autor de la histórica Carta a los españoles americanos en 1791, José Baquíjano y Carrillo de Córdova, III Conde de Vistaflorida, miembro y fundador de la Sociedad Amantes del País y de su vocero el Mercurio Peruano, que junto a José Hipólito Unánue y Pavón, Alejandro Toribio Rodríguez de Mendoza, José Faustino Sánchez Carrión entre muchos otros más, que se difunden las ideas liberales, antimonárquicas, emancipadoras y de un Estado laico.

Así, también gracias a José de la Riva Agüero y Sánchez de Boquete, Manuel Lorenzo de Vidaurre, Francisco Javier Mariátegui y Tellería, Manuel Pérez de Tudela, Francisco de Paula Gonzáles Vigil, Francisco Xavier de Luna Pizarro, José Bernardo de Tagle y Portocarrero, José Matías Vázquez de Acuña, Conde de la Vega del Ren, José Andrés Rázuri Esteves, Domingo Nieto y Márquez y al Presidente José Domingo de La Mar y Cortázar, para destacar solo a algunos de ellos, que se lleva a cabo la acción y la guerra independentista.

El rol de las mujeres fue fundamental para la difusión de las ideas republicanas y de la gesta revolucionaria, tal fue el caso de las olvidadas María Parado de Bellido, Rosa Campusano, Manuela Sáenz, Carmen Guzmán, Juana Azurduy, Josefa Messia de la Fuente y Carrillo de Albornoz, Marquesa de San Miguel de Higar y Condesa de Sierra Bella, Petronila Arias de Saavedra de Puente, María Hermenegilda de Guisla y de Larrea, Marquesa de Guisla y Guicelín, Carmen Vásquez de Acuña, Condesa de la Vega de Ren y tantas otras que pasaron por el Tribunal de la Inquisición, la cárcel y las armas realistas.

Las organizaciones subversivas se dieron a través de las logias de los masones y círculos secretos llamados Clubes como: el de San Jacinto (o de las Flores o de los Forasteros), el de San Pedro (o de los Neriz), el de los Coralinos, los Copetudos, los Provincianos (o de Presa).

Sectores del pueblo mismo, criollos de las clases medias emergentes, indígenas, mestizos, esclavos, libertos y cimarrones, que se plegaron a los ejércitos libertadores, han sido los fundadores anónimos y no reconocidos de la República. Cuando San Martín llega al Perú viene con 4,100 soldados mayormente argentinos y chilenos y trae 15 mil fusiles, el primer mes ya tuvo 3,000 voluntarios esclavos negros que se plegaron al ejército porque se les ofreció la libertad.

La revolución de independencia tuvo según sus protagonistas diferentes motivaciones, lo más reconocido históricamente es que sectores de la aristocracia criolla buscan la independencia para fortalecer y emancipar su poder de la corona y convertirse en los nuevos señores de la nueva república. En ese proceso algunos de ellos cumplieron un temporal rol progresivo, después con el tiempo, como clase, se encargarían de convertirse en todo lo contrario.

Las élites limeñas se resistieron al nuevo orden liberal republicano que propugnaba la igualdad ante la ley y rechazaron los nuevos valores éticos y morales de la institucionalidad del nuevo Estado que se oponía a la corrupción heredada del régimen español, lo que Jorge Basadre llamó la Crisis del Respeto. La doble moral de la clase dominante entre lo que decía y hacía se materializó con la permanencia de la esclavitud durante 45 años más después de desaparecido el régimen colonial. Y la distancia entre el mundo criollo y el indígena se extendió manteniendo el tributo indígena también durante 45 años más. Perpetúan el orden colonial de la exclusión y explotación al indígena y a los afroperuanos, imposibilitando con ello la construcción de una comunidad con una identidad nacional compartida.

Procuraron mantener sus privilegios coloniales por el solo hecho de ser la clase dominante, la llamada “gente decente”. Tito Flores Galindo analizando las relaciones entre la aristocracia y los sectores populares en ese periodo nos hizo ver que el clásico dicho peruano de "Hecha la Ley, hecha la Trampa" se extendió a toda la sociedad, convirtiéndose en una lacra que todavía arrastramos hasta el presente en forma de impunidad y corrupción.

Este comportamiento de las élites peruanas se conserva hasta hoy y ha sido un boicot permanente a la formación del Estado nacional republicano. La construcción del Estado se entendió debía ser un proceso liderado por ellos, pero nunca asumieron el rol de clase dirigente, les bastó con ser la clase dominante. Salvo algunas excepciones individuales o de grupos, como clase, lo siguen siendo aún en el siglo XXI.

Sin embargo, lo más trascendental y olvidado para los peruanos de hoy lo hicieron los verdaderos revolucionarios que dejaron como legado su ejemplo de vida y el pensamiento liberal republicano que fundamenta la democracia actual. De todos ellos es a José Faustino Sánchez Carrión, El Solitario de Sayán a quien reconocemos como el más excepcional e importante revolucionario, ideólogo, gestor de la independencia y Fundador de la República del Perú. El actual Congreso lo ha reconocido como Benemérito de la Patria y Forjador de la República, declarando el 2 de junio como su día. Queda pendiente efectivizar dicho reconocimiento en libros, filmes, documentos, calles y plazas, especialmente en la próxima celebración del Bicentenario.



Escrito por

Jorge Delgado

Cineasta, Productor Cultural, aficionado a escribir. De Piura, como el piajeno. Autodidacta, lo sigo siendo. Amante del país.


Publicado en

El piajeno

Un espacio que busca contribuir a la reflexión y a la discusión de las ideas y prácticas que se dan en mi sociedad, la peruana.